Por lo general los cristianos piensan que su religión une a la humanidad, pero no une ni a su propia familia. Aunque han leído algunos párrafos de su libro sagrado (los indicados por sus líderes), probablemente no se han fijado, o no le han dado importancia a las palabras de Jesús cuando dijo: “…he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa.” (Mateo 10: 34-36). No han notado quizás que Jesús exigía que lo amaran a él sobre todas las cosas, incluso sobre sus familiares más queridos. Advertía: “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” (Mateo 10: 37). Y hasta llegó a afirmar: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14: 26). ¿Algún cristiano que conserve su salud mental, habrá cumplido honestamente esta orden?
Y me refiero a los cristianos, porque ellos dominan nuestro ambiente occidental. Pero lo cierto es que, lamentablemente, cada vez las religiones separan más a la humanidad en un mundo donde no sólo el cristianismo existe, sino también el judaísmo, el islam, el hinduismo, el budismo, el taoísmo, el sintoísmo, el sijismo, el jainismo, el zoroastrismo, el bahaismo, el cheondoísmo, el rastafarismo, la cienciología, etc., etc. Al final, se calcula que hay unas 4500 religiones en total.
Entre éstas hay religiones teístas y no teístas. Las teístas afirman que existe un creador del universo que mantiene y gobierna su creación, mientras que las no teístas (como el budismo y el taoísmo) rechazan la existencia de dioses omnipresentes, universales o todopoderosos. Pero además hay también personas deístas y panteístas.
Sin embargo algunas religiones tienen presencia dominante. Se calcula que puede haber unos 2100 millones de cristianos aproximadamente, unos 1300 millones de musulmanes y unos 1000 millones de hindúes. Pero además se calcula que hay unas 25.000 sectas cristianas (o como ellos prefieren llamarlas, “denominaciones”).
¿Y cuál es el principal problema de todo esto? – que cada uno de estos grupos se cree el poseedor de la verdad absoluta e indiscutible, de “la única creencia verdadera”, y mira a los demás como adversarios, como “infieles”, o incluso como seres destinados a un sufrimiento perpetuo, con “llanto y crujir de dientes”.
Así que al final resultaron siendo proféticas las palabras atribuidas a Jesús, puesto que la hija con su madre, la nuera con su suegra, el esposo con su esposa, los nietos con sus abuelos, los hermanos, los primos, los tíos, están en disensión, y se consideran unos a otros “infieles”, “pecadores”, condenados al sufrimiento eterno, porque pertenecen a distintas sectas (o “denominaciones”). Uno es adventista, el otro Testigo de Jehová, el otro mormón, otro católico, otro bautista, otro luterano, otro calvinista, otro metodista, otro pentecostal… Y como resultado, ahora no pueden ni siquiera haber reuniones familiares como antes, porque cada quien tiene compromisos con su respectiva iglesia. En el pasado quedaron aquellos cumpleaños o fiestas familiares tradicionales. Siempre se escucha ahora la excusa: “Discúlpenme, pero tengo un compromiso con la iglesia”. Y claro, la iglesia es ahora lo más importante. Los miembros de la iglesia son ahora sus verdaderos “hermanos”, y la comunidad de creyentes es ahora su verdadera familia. Y por supuesto, a la iglesia le interesa controlar el tiempo de sus adeptos, porque ésta es una importante estrategia de manipulación. Por eso promueve cursos de adoctrinamiento, talleres, retiros espirituales, actividades donde los creyentes puedan estar juntos, sin que tengan tiempo para sí mismos o para sus parientes. ¡Qué lástima!
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