viernes, 15 de mayo de 2020

Cómo un cerebro humano ha perdurado durante milenios

Hace 2600 años, un hombre de la Edad de Hierro y de unos 30 años sufrió un duro destino: primero, lo ahorcaron; a continuación, le cortaron la cabeza.



 En 2008, un grupo de arqueólogos británicos halló el cráneo durante unas excavaciones en Heslington, cerca de York. Descubrieron que esos restos entrañaban un sensacional hallazgo para la
humanidad, pues se trataba de uno de los cerebros mejor conservados de la prehistoria europea: no solo se podían reconocer en él los giros y surcos cerebrales, sino que también podían diferenciarse la sustancia gris y la blanca. Pero continuaba siendo un misterio cómo ese tejido cerebral había podido desafiar al paso del tiempo. A diferencia de otros hallazgos similares, en este caso podía descartarse un ritual o momificación favorecida por un terreno pantanoso. En fecha reciente, los investigadores han desvelado algunos secretos del «cerebro de Heslington». 
El grupo liderado por Axel Petzold, del Colegio Universitario de Londres, ha descubierto que dos proteínas que dan estructura y fuerza a los axones de las células nerviosas y de la glía, y que forman los llamados filamentos intermedios, se encuentran agregados en este cerebro prehistórico. Como resultado, la superficie de las moléculas se reduce, de modo que son menos vulnerables a los
ataques exteriores y, por tanto, más estables.


Este tipo de agregados se observan en el tejido cerebral de pacientes con enfermedades neurodegenerativas. 
Sin embargo, los científicos han descartado la posibilidad de que el cerebro de Heslington presente un trastorno de ese tipo, puesto que no han encontrado indicios de ello. Sí se muestran convencidos, en cambio, de que una sustancia desconocida, posiblemente ácida, impidió que el tejido cerebral se descompusiera después de la muerte. 
Durante los tres meses posteriores a la ejecución, la sustancia debió penetrar en el tejido a través de la tierra húmeda. De momento, no se sabe de qué sustancia se trata.




Se necesita investigar más para resolver el misterio sobre la conservación de este tejido cerebral ancestral. 
Aun así, el estudio de Petzold y su equipo revela información de peso, no solo para la arqueología, sino también para la medicina. Entre otras cosas, podría
ayudar a descubrir en qué se diferencian los agregados que han evitado la descomposición del cerebro de Heslington durante milenios de los agregados protéicos que afectan al cerebro en la demencia. 





Fuente: Journal of the Royal Society Interface, 10.1098/rsif.2019.0775, 2020 

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