Cuando a un grupo de ratas se les añadió en la dieta «ácidos grasos omega-3» se encontró que aprendían con mayor facilidad la forma de salir de un laberinto respecto de aquellas que consumían una dieta normal. Los ácidos omega-3 son abundantes en el aceite de pescados, como el salmón o el bacalao.
A otros ratones se les indujo de modo artificial el mal de Alzheimer. En este padecimiento se depositan en el cerebro unas placas formadas por una proteína llamada «beta amiloidea».
La cantidad de las placas nocivas fue menor en las ratas sometidas a una dieta adicionada con ácidos omega-3 y los síntomas de la degeneración se atenuaron en grado notorio. Se cree que esto se debe a que los ácidos omega-3 favorecen la formación de un factor neurotrófico que estimula las conexiones entre neuronas, lo cual mejora la capacidad cognitiva y de memoria.
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