Retomando lo que el catedrático Bernardo Barranco expone en su artículo titulado: «La reforma al artículo 24: todos pierden». Estoy convencida de que si en algo solemos perder todos, es en la manera en la que hemos dejado que nuestros representantes, mandatarios, servidores públicos etc., decidan por nosotros sin exigir nuestro derecho a formar parte de tales decisiones. Como afirma el Dr. Barranco: «Una vez más como sociedad, perdimos la oportunidad de un debate a fondo y de altura sobre libertades y derechos humanos", en el espacio de la Cámara de Diputados.
Desgraciadamente, ni nuestros representantes, ni nosotros ciudadanos, tenemos la costumbre democrática y madura de llevar temas tan trascendentales, como la defensa de la laicidad de nuestro Estado, a verdaderos procesos de reflexión ciudadana. Una reforma de éstas dimensiones no debería pasar de la manera que pasó, empujada por fracciones de partidos fraccionados, doblegadas por la línea impuesta desde sus cúpulas vendidas a la iglesia, hecha casi a escondidas y forzada con calza. Debería haber sido expuesta al público con el tiempo necesario, a través de una consulta ciudadana, analizada por académicos y todos aquellos a quienes nos preocupa la realidad y el futuro de nuestro país. Nuestros gobernantes no están acostumbrados a estas prácticas y a muchos de ellos no les conviene que las tengamos.
Pero tenemos una segunda oportunidad, vigilando el proceso en el Senado. Un punto central analizado por el Dr. Valadés es que: « [...] el Estado mexicano debe definirse como republicano, democrático, representativo, Y LAICO». En ello consiste la reforma al artículo 40; en dejar grabado en letras de oro que el Estado mexicano es indubitablemente laico, es la única garantía para impedir que otros intentos escondidos y propuestas de leyes tendenciosas, busquen hacer de nuestro país una nación totalitaria, fascista y oligárquica.
La Tradición Laica y liberal del Estado Mexicano se funda en las profundas raíces de nuestra historia moderna y contemporánea. Un simple vistazo a nuestra historia permite ver "hasta donde es capaz de llegar la iglesia para manipular la consciencia de sus feligreses y orientar en su favor [...]", las decisiones en muchos de los espacios de la vida nacional. Los mexicanos solemos olvidar las guerras fraticidas que el Estado eclesiástico ha provocado en el mundo, y en México. No vemos el nivel de polarización social y tensiones violentas que los líderes del clero provocan una y otra vez.
Es indispensable que la Constitución ponga limites a éste Leviatán que busca incansable imponer sus intereses y dogmas. El artículo 24 Constitucional debe reflejar el proyecto de una nación libre, que respeta la diversidad y las diferencias de creencia, de religión, de pensamiento; y que sabe poner candados a los crecientes y peligrosos fueros políticos que la iglesia busca recuperar veladamente. El Estado secular se consolida con las garantías plenas para que cada individuo pueda pensar, creer, sentir, reflexionar, vivir, practicar, conversar y, aún estando en desacuerdo, compartir el amor por la libertad, la diversidad, la diferencia y la dignidad de cada individuo. Es también por ello que la educación pública debe seguir siendo el espacio en donde la razón, el cuestionamiento y la libertad de cátedra permitan formar individuos con criterio amplio y respeto para defender las diferencias todas.
Documento con fecha jueves, 12 de enero de 2012. Publicado el sábado, 14 de enero de 2012.
Autor: Lucía Raphael.Fuente: El Sol - México.
Autor: Lucía Raphael.Fuente: El Sol - México.
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